Había una vez una Cucarachita muy bonita en el campo. Sus ojos eran negros y su piel morena. Todo el mundo la llamaba Cucarachita Martina. La cucarachita era muy buena ama de casa, y la suya brillaba como una tacita de oro. Un día, mientras barría el patio de su casa, encontró un objeto redondo.
-¿Qué será esta cosa redonda? ¡Ah, es una moneda! ¿Qué voy a hacer con esta moneda? ¡Ah, ya sé lo que voy a hacer! Me compraré un traje nuevo. No, no, un traje vale más que esta moneda. ¿Qué voy a comprar con esta moneda? Compraré un par de zapatos... ¡Ya sé! compraré una caja de polvo. Eso sí, que me hace falta (la cucarachita va al pueblo a comprar el polvo).
Esa tarde, cuando la Cucarachita regresó a su casa, se bañó, se empolvó toda, y se puso su mejor vestido. Martina se veía lindísima. Tenía una amapola en el pelo y la cara bien empolvada. Entonces, se sentó a tomar el fresco en el portal de su casa.
-Tal vez, Gato Pardo -dijo la cucarachita-, pero, ¿Cómo haces por las noches?
-MIAOUUU, MIAOUUUU, MIAOUUU!
-Ay no, no, que me asustarás. ¡Váyase lejos de aquí!
-Puede ser -dijo la cucarachita-, pero primero tienes que decirme: ¿Cómo haces por las noches?
-¡JAU, JAU, JAU!
-¡Ay no, no, que me asustarás! ¡Váyase lejos de aquí!
Y el Perro se fue muy triste. Al rato pasó el Gallo, con su plumaje muy limpio y vestido muy elegante. Se arrimó al balcón, y dijo el Gallo:
-Cucarachita Martina, ¡Qué linda estás! ¿ Te quieres casar conmigo?
-Puede ser -dijo la cucarachita-, pero primero tienes que decirme: ¿Cómo haces por las noches?
-KIKIRIKIIIIIIII
-¡Ay no, no que me espantarás!
El Gallo tristemente se alejó. Y en un santiamén apareció el Grillo. Se detuvo al lado del balcón de la casa, dejó de entonar su violín, y dijo el grillo:
-Cucarachita Martina, ¡Qué linda estás! ¿Te quieres casar conmigo?
-Todo depende -dijo la cucarachita-, pero primero tienes que decirme: ¿Cómo haces por las noches?
-CHIRRÍ, CHIRRÍ
-¡Ay no, no, que me asustarás! ¡Váyase lejos de aquí!
Al Grillo se le bajaron las antenas de la pena. Poco después apareció el Chivo con sus cuernos muy brillosos, su barba muy bien peinada, y dijo el Chivo:
-Cucarachita Martina, ¡Qué linda estás! ¿Te quieres casar conmigo?
-Todo depende -dijo la cucarachita-, pero primero tienes que decirme: ¿Cómo haces por las noches?
-BEEE, BEEE, BEEE, BEEE
-¡Ay no, no, que me asustarás! ¡Váyase lejos de aquí!
El Chivo se alejó muy triste. luego vino el Sapo, y dijo el Sapo:-Cucarachita Martina, ¡Qué linda estás! ¿Te quieres casar conmigo?-Quizás... -dijo la cucarachita-, pero dime: ¿Cómo haces por las noches?
-ROAC, ROAC, ROAC
-¡Ay no, no, que , me asustarás! ¡Váyase lejos de aquí!
-Cucarachita Martina, ¡Qué linda estás! ¿Te quieres casar conmigo?
-No sé -dijo la cucarachita-, pero dime antes: ¿Cómo haces por las noches?
-OINC, OINC, OINC
-¡Ay no, que me asustarás! ¡Váyase lejos de aquí!
El cerdito salió con su rabito entorchado. A continuación se vio una lucecita verde. Era el Cocuyo, que impresionado con la belleza de la cucarachita, se acercó a ella, y le dijo:
-Cucarachita Martina, ¡Qué lindas estás! ¿Te quieres casar conmigo?
-Bueno, bueno -dijo la cucarachita-, pero dime antes: ¿Cómo haces por las noches?
-No te diré nada, solo te alumbraré con mis luceros.
-¡Ay no, no, que me asustarás! ¡Váyase lejos de aquí!
Al Cocuyo se le apagaron sus lucecitas. Inesperadamente, apareció el Ratoncito Pérez y se acercó a ella. La Cucarachita lo vio acercarse, se arregló sus antenitas y se sentó derechita. El ratoncito Pérez estaba vestido con una camisa de cuello blanco con pantalones recién planchados y en la cabeza llevaba puesto un sombrero muy vistoso. Entonces, dijo el Ratoncito Pérez:-Cucarachita Martina, ¡Qué linda estás! ¿Te quieres casar conmigo?
-A lo mejor -dijo la cucarachita-, ¿Cómo haces por las noches?
-Dormir y callar -dijo el Ratoncito Pérez-
La Cucarachita Martina y el ratoncito Pérez se casaron y se quedaron a vivir en la casita muy limpia de la cucarachita.
Y sucedió que un día la Cucarachita Martina cocinaba una gran olla de sopa. Se acordó que no tenía sal para poner a la sopa y por eso fue a casa de la vecina para pedirle un poco.
Mientras tanto, atraído por el delicioso olor de la sopa y la curiosidad, el Ratoncito Pérez acercó una silla a la cocina, se subió a ella y se asomó al borde de la olla con la sopa hirviente. Y en un descuido, ¡zás! se cayó dentro de ella.
Cuando volvió de casa de la vecina, la Cucarachita Martina encontró al ratoncito Pérez todo pelado flotando entre los fideos de la sopa.
se cayó en la olla
por la golosina
de la cebolla.
Poco tiempo después la Cucarachita Martina se volvería a casar; por eso un poeta escribió los versos que a continuación transcribo:Cucarachita Martina
Viuda de Pérez,
se casará mañana
con un alférez.Cucarachita Martina
esta vez tapó la olla
y aseguró la tapa
con una argolla.
Y cuando vaya a casa
de su vecina,
cerrará bien la puerta
de la cocina.