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viernes, 4 de marzo de 2022

3 poemas de Dulce María Loynaz (Fotos + Podcast+ Poemas)

 


"Quién pudiera como el río, ser fugitivo y eterno"

                                            Dulce María Loynaz

 

 

 

 

 

 

 

Quien nos viene acompañando desde nuestro canal de podcast, bautizado con el mismo nombre del blog, sabe lo apasionados y maternales que somos con la amada Dulce María. La amorosa señora que descendía de un bravío mambí llamado Enrique Loynaz del Castillo, que fue quien escribió las letras del Himno Invasor independentista.  Dulce María Loynaz sería su sagrado seudónimo, con el cual nos escondió un nombre tan santo que para muchos es desconocido, porque si le decimos, a secas, María de las Mercedes Loynaz Muñoz, seguro que no lo asociaría a ella.

Lo que sí muchos saben sobre esa grandiosa estirpe de personas ilustres, es que ella es una muy honorable heredera. Y lo curioso del caso de la familia Loynaz Muñoz, es que a pesar de su  alta preparación, jamás asistieron a la escuela, pues sus padres asumieron la enseñanza alternativa como la vía correcta para críar a sus hijos. Solo llegados los cuatro Loynacillos a la Universidad, fue que se insertaron al sistema educativo formal de las primeras décadas del pasado siglo.

De eso no vinimos en esta ocasión a hablar, sino de unos poemas tan profundos y bellos como la vida misma de la Loynaz. Esa a quien unos cuadros políticos revolucionarios tildaron de loca para robarle lo más preciado por ella: sus ganas de escribir. Lo que sí lograron arrebatarle fue a su esposo, que no pudo entrar a Cuba por más de diez años. La Premio Cervantes vió cerradas las puertas que tanto se le abrieron en el mundo de la publicación literaria por muchos años por su rechazo a algunas acciones tomadas por la Revolución que afectaron a intelectuales y artistas.

A tono con todos los infortunios de los que fue víctima, y los merecidos galardones ganados por esta mujer que respiraba solo amor y auténtica cubanía, ella nunca dejó de escribir. Su amor por los perros la mantuvo unida a una realidad insoportable y dolorosa, donde su prestigio fue su látigo en una sociedad plagada de crueles errores. Siendo sus poemas los mejores catalizadores de ese espirítu bondadoso, enamorado, atormentado y enloquecido:

La sonrisa

Viendo allí todavía la sonrisa
de aquel Cristo tan pálido yo estaba:
 
Y era apenas sonrisa la imprecisa
medialuna que el labio dibujaba,
la albura melancólica y sumisa
de los dientes, que un poco se dejaba
ver la boca entreabierta...
 
La camisa
de brocado violeta le tiraba
de los frágiles hombros.
 
(Plata lisa
y oro rizado en el altar...)
 
Flotaba
en el silencio el eco de una risa,
de un murmullo que el aire no acababa
de llevar, mientras lánguida y remisa
la gente entre los bancos desfilaba.
Hacía ya algún tiempo que la misa
había terminado y aun volaba
leve el incienso; el soplo de la brisa
deshojaba las rosas y apagaba
los cirios...
 
La gran puerta de cornisa
barroca lentamente se cerraba
como un plegar de alas...
 
Indecisa,
sobre la faz del Cristo agonizaba
la luz... Despacio, luego más aprisa,
se puso todo obscuro... No quedaba
más que el Cristo sonriendo en la repisa.
 
Y cuando el Cristo se borró... yo estaba
viendo allí todavía la sonrisa.

Tú, paz mía...

Tú, paz mía...
Aceite sobre mi mar en remolino,
gusto, sal de mi vida.
 
Tú, espejo milagroso
que no reflejas mis tinieblas
y reflejas la luz que ya no es mía...
 
Tú, jazmín dormido...
Estrella descolgada
para mi cielo tan vacío...
 
Amor Tardío 
 
Amor llegas tarde,
traéme al menos la paz:
Amor de atardecer, ¿por qué extraviado?
camino llegas a mi soledad?
Amor me has buscado sin buscarte,
no sé qué vale más :
la palabra que vas a decirme
o la que yo ya...

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