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lunes, 1 de noviembre de 2021

Por qué te enamorarás de Xiomara Palacios: la titiritera cubana (+ Fotos)


Foto: Xiomara Palacios

Cuando leí por primera vez la bibliografía de Xiomara Palacios fue en un momento de mi juventud temprana en la estaba habida de conocer y tener un referente cercano, y mí admiración hacia ella comenzó cuando tuve la oportunidad de asistir a una obra en la que actuaba; de la cual, incómodamente, no recuerdo el nombre, lo que sí recuerdo que fue presentada en el Guiñol Nacional. Y me lleve una sorpresa que aún me acompaña: ¡compartíamos el mismo día de nacimiento! el 29 de septiembre. En su momento sentí ese subidón de adrenalina típico de una joven que encuentra algo o alguien que le ayuda a superarse, para mí Xiomara significó mucho y aunque nunca tuve el placer de conocerla pido mucha luz para ese maravillo espíritu.

La carrera de Xiomara comenzó en 1961 cuando militó en las filas del grupo aficionado del Instituto Cubano del Petróleo. donde se hace de una beca por oposición para estudiar en la Escuela de Artes Dramáticas dirigida en ese momento por Mario Rodríguez Alemán. En 1963 cuando se fundó el Teatro Nacional Guiñol en el momento que Pepe Camejo era su director, ella estuvo ahí y formó parte de esa historia épica. Su iniciador fue Carlos Pérez Peña, quién la presentó al grupo, de donde jamás se fue, y participó en más de 100 puestas en escena.  Una de las singularidades que más me gusta de Xiomara fue su apasionamiento eterno hacia los niños y sus ganas de siempre transmitir buenas enseñanzas y amor a su público.

Portadora de una manera de hacer perfecta y sin igual, que le hizo merecedora de múltiples galardones como la distinción Hermanos Camejo y Pepe Carril, entregada por el inmenso Armando Morales y concedido por La Unión Internacional de la Marioneta (IMA) en coordinación con el comité organizador del Taller Internacional de Títeres de Matanzas en el año 2015. Pero claro, ustedes pensarán que me salté buena parte de la historia, y tienen mucha razón, pues quise que conocieran la transcendencia e importancia de Xiomara Palacios para con el Guiñol y el Teatro en general. 

Ella tejió mucha tela que la llevó a ser conocida por una audiencia fiel al Guiñol, que se ganó con su excelente desempeño y desborde de genialidad encima del retablo. Aún la recuerdo en sus tantas apariciones televisivas, que en los últimos tiempos fueron en el programa Mediodía en TV, con esa cara de niña madura y ojos con un brillo deslumbrante que desbordaban ternura y un amor profundo por los títeres, que contagiaba hasta la más ponderada de las personas.

Foto: Xiomara Palacios y Armando Morales

Fue una de las discípulas más destacadas de Adela Escartín y en sus actuaciones magistrales en el Guiñol Nacional fue La Cucarachita Martina con guion adaptado por Abelardo Estorino y la crítica especializada de aquel momento expresó: fue una actuación digna de grandes maestros. Estuvo también en aquel clásico momento donde Raúl Martín debutó con el montaje Fábula del Insomnio y ella interpretó al Hada Verde. Las revistas especializadas recuerdan la obra La divina moneda como una pieza de culto en la que Osvaldo Doimeadiós sirvió como director, y donde parecía que el teatro se vendría abajo por el derroche de humor de la obra.

Marilyn Garbey en un artículo de la revista digital de teatro: (…) Fui afortunada al trabajar  con ella en Teatro Pálpito, en el inolvidable montaje de Con ropa de domingo, el texto de Maikel Chávez dirigido por Ariel Bouza. Era tarea titánica lograr que Xiomara aprendiera los textos de memoria, pero la empatía lograda entre ella y Maikel en los roles de madre e hijo, fue extraordinaria. La Fábula versaba sobre un niño campesino que quiere irse a la ciudad para ser titiritero, y el desgarramiento que tal noticia provocaba en sus padres. La historia era la de cada uno de los intérpretes, gente que abandonó su lugar de origen para hacer realidad su sueño, y Xiomara resplandecía en el escenario como la madre que no quería separarse de su hijo, pero que comprendía la necesidad de su partida. Ternura y humor se mezclaban en su personaje, muy aplaudida por el público en escenarios de Cuba y del mundo (…)

A pesar de ser tan querida por todos los que la conocieron y por ese gran público que la recuerda por su gran carisma y su profundo amor por el Teatro Guiñol, nunca le fue concedido el Premio Nacional de Teatro, que se lo merecía sin duda alguna. Y a sabiendas que ya no disfrutaremos de sus actuaciones, porque la vida fue caprichosa y egoísta, me quedo con aquella experiencia de mi primera obra en el Guiñol Nacional y con la misma satisfacción de otros muchos que la disfrutaron tanto o más que yo. Gracias por haber existido, tocaya de cumpleaños, la eterna Xiomara Palacios.

sábado, 16 de octubre de 2021

Anuncio de una muerte premeditada (+Podcast)


                                                        Los hermanos Camejo y Pepe Carril/Archivo

Los hermanos Camejo iniciaron estudios en la Academia de Arte Dramático (ADAD) en 1947 y de ahí se graduaron en 1949. En ese mismo año comenzaron a practicar la actuación mediante su retablo ambulante, con el cual ofrecían funciones en las escuelas públicas de la capital. En 1950 fueron contratados para una “misión cultural”. Esta misión consistió en promover la cultura cubana y sus tradiciones por medio de las marionetas. Por lo tanto, a partir de ese momento serían nada más y nada menos que un instrumento pedagógico por excelencia, sujeto solo a la imaginación de estas dos personas extraordinarias.

Todo comenzó a situarse en su lugar cuando en 1963 Carucha y Pepe Camejo junto con Pepe Carril deciden fundar el Teatro Nacional Guiñol Cubano bajo el auspicio del Consejo Nacional de Cultura. Luego se incorporaron Carlos Pérez Peña, Ulises García y Alonso Lastre. Poco tiempo después se unirían Xiomara Palacios, Armando Morales, Ernesto Briel, Antonia Eiriz, Gildo Ginar y Antonio Vidal. Estos tres últimos no se dedicaban al teatro en sí, sino que eran pintores y representaban a la vanguardia de las artes plásticas del momento; colaboraban con Carucha sobre todo, y también con Los Pepe de manera activa. Ninguno de estos actores y colaboradores sobrepasaban los 21 años, por lo que tenían una responsabilidad bastante grande dentro del arte, aún más cuando habían fundado una institución y una unidad artística dentro de la recientemente nacida Revolución Cubana.

Aunque en sus principios muchos del alto mando del gobierno cubano no comprendían la función de esta expresión del arte, la dejaron ser en ese momento. Carucha y Pepe Camejo junto a Pepe Carril se dedicaron a investigar y montar obras basadas principamente en la cultura cubana y sus vericuetos. Esta etapa dio lugar a un período cultural muy interesante que arrojó luz a historias olvidadas, pertenecientes a la Cuba profunda y su imaginario. Tal es el caso de Chicherikú, Shangó de Ima; y clásicos como La Celestina, El Mago de Oz y La Cucarachita Martina. Los guiones de los dos últimos títulos los adaptó Aberlardo Estorino para las puestas en escenas de Carucha y Pepe.

Luego de un tiempo, los tres comenzaron a hacer sus trabajos en solitario, sin dejar de colaborar como grupo. Según la propia Carucha, en entrevista dada a David Arocha: Pepe era un clásico y en sus obras se notaba la hermosura que representaba con actos bien conformados, montajes altisonantes, atractivos y dirigidos al público infantil. Ella, por su parte, representaba a la aventura y la osadía, algo así como los mambises en la manigua cubana. Podías encontrarla en la madrugada ensayando para estrenar un espectáculo al día siguiente. El teatro de Carrril era más visceral, estaba construido desde las emociones, dedicado a públicos de todas las edades en su mayoría.

La Fundación del Teatro Nacional de Títeres no fue una labor fácil porque aunque tuvieron muchas ideas geniales, también muchos oponentes influyeron en su creación, desarrollo y finalmente la desaparición de esta expresión artística. Hasta el día de hoy la obra de Carucha, Los Pepe, Ulises, Carlos, Xiomara, Armando, Ernesto, Antonia, Antonio y Gildo siguen siendo eternas y sobrepasan la barrera del tiempo; dejándonos monumentos intangibles en sus adaptaciones y obras originales realizadas para el teatro de títere como:

  •  La Corte del Faraón
  •  Yo o Vladimir Maiakovky
  • El Reino de este Mundo
  • Venus y Adonis
  • Juan Tenorio
  • La Blancanieves
  • Cecilia Valdés
  • La Cenicienta
  • El Patito Feo
  • Don Juan  Zorrilla
  • Pedro y El lobo


domingo, 31 de octubre de 2021

Expectativa Vs Realidad del Teatro Guiñol Cubano (Podcast+Crónica)


Teatro Guiñol Cubano

Estaríamos cayendo en el clásico bucle de aquella imagen que no entendíamos y nos resultaba familiar por lo que representaba, de la serpiente que se engulle a si misma, llamada Uróboros. Por lo que sí, seguimos avanzando en el tema de las personalidades de esta manifestación. También hablamos de las expectativas  y la realidad que enfrenta el Guiñol Cubano. Si se han dado cuenta, en cada artículo hay un momento en el que hablamos del declive que sufrió esta expresión del arte en la década de los años 70 del siglo pasado.

Tampoco es que tengamos mucho que contar sobre sucesos o puestas en escena que marcaran de manera relevante la historia del Guiñol, más allá de la era de los Camejo, Pepe Carril, Ulises García, Amigos y sus Amiguitos y Pelusín del Monte. Porque si hay algo en común en todas las obras que he tenido el placer de ver son esos escenarios cutres; con luces muy malas y mal acomodadas; muñecos grotescos con acabados que dejan mucho que desear y que dan más miedo que ganas de seguir apreciándolos; actuaciones que en muchas ocasiones se alejan de las buenas presentaciones que podemos ver en el teatro dramático, y manejadores que dan la apariencia de perderse en el espectáculo.

De esa manera, se provoca un desligue total entre la obra, el actor y el público, consecuencia que se traduce en que mi generación, y me atrevo a decir que al menos dos anteriores, no conozcamos la calidad del buen Teatro Guiñol que se producía en Cuba en los 60. Todas las compañías tenían una calidad similar a las famosas 5 estrellas Michelín, hoy no podemos aspirar ni una buena recomendación en Tripadvisor. Lo peor es que hay que aceptarlo como una realidad establecida, y hay que luchar lo que se necesario para recuperar la calidad en esta manifestación artística. Tampoco podemos dejar de mencionar el trabajo de actores como: Armando Morales, Xiomara Palacios

Osvaldo Doimeadiós y Rubén Darío Zalazar; los grupos de teatro matanceros como Trompoloco y Teatro de las Estaciones o el Guiñol de Oriente; también se ha apelado a revivir personajes que en el pasado fueron muy aceptados  y con toda esa artillería tampoco se ha podido despertar al gigante dormido del guiñol.

Esa antigua técnica de apelar a la nostalgia no creo que ha esta altura sirva de mucho, hay que ir a la base del problema que han sido y son las malas políticas culturales que reprimen el espíritu creativo inherente a los artistas, guionistas y directores artísticos que se dedican a esta rama y han sido los más afectados por esa mano enemiga que al parecer no entiende de fino arte y de creación desde la libertad de creación artística.

 Ese espíritu libre que caracteriza a la cultura y que te hace no poder vivir sin ella. Espíritu que lleva por el camino inevitable que radica en la reflexión necesaria sobre cómo el guiñol cubano refleja la crisis cultural y social que se vive en la Cuba moderna y que se viene arrastrando desde hace muchos años. Crisis que ha retrasado y casi disipado toda la idea de esa fuerte creación artística que encarna el arte cubano, y que se suscita en la vida cultural de la isla sin importar si produces dentro o fuera de ella.

Así ha sido la historia del guiñol, marcado por una fracturación evolutiva, donde pocas veces somos participes de nuevas y originales innovaciones artísticas que vayan a embellecer y mejorar la factura física e interpretativa de esta manifestación. Como público queremos ser testigos de una escenificación acorde a lo que esperamos: que no aburra, que esté bien actuada y que toda la escenografía baile al ritmo del buen producto que anhelamos consumir. 

Ya es hora de dejar atrás esas producciones que pertenecen a un tiempo primario; aunque con esto no digo que se dejen de hacer, sino que hay que avanzar y tomar todo lo que ellos nos legaron y engrandecerlo. Viene siendo el momento de asumir con madurez que existen serios problemas y hay que resolverlos con premura; la cultura y el arte en general lo piden a gritos.

Mis expectativas no son otras que ver el esperado renacer de las marionetas y muñecones tan necesario en un mundo como el de hoy, falto de magia y amor. También hay que decir que no todo es culpa de las instituciones y grupos de teatro, las personas y la audiencia en general no nos damos la oportunidad de sorprendernos asistiendo a una pieza teatral. Y romper con el mito de que el teatro de títeres solo incluye obras para los niños. Como bien dice su nombre, es Teatro Guiñol, su función es la misma que el teatro dramático, sólo que su singularidad es que utiliza títeres en las caracterizaciones de ciertos personajes, porque también hay actores reales en todas las obras que interpretan personajes de todas las edades y géneros,

Mi consejo es que los espectadores no deben subestimar nunca al Guiñol y al arte. Son canales de conexión entre el yo consciente y el aquello que despierta las más profundas emociones y el bienestar mental. El Guiñol puede ser ese vehículo que como humanos necesitamos para salir de nuestra realidad, sólo escoja lo que quiere ver y no se limite, entregue su yo al escenario y al actor, y verá como la experiencia teatral se convierte en magia.

lunes, 8 de noviembre de 2021

Adiós Armando Morales: El pequeño Pelusín (+ Fotos)

 



"Es muy difícil no ser titiritero, porque cuando tienes un títere en la mano y lo construyes, ese virus no tiene antídoto. Cuando tengas la enfermedad del títere morirás con él"
                                                Armando Morales


Me causa un placer tremendo poder sentarme, servirme un café cubano y conversar con ustedes sobre Armando Morales en esta mañana lluviosa, Tuve la fortuna de verlo actuar en 4 ocasiones en el Guiñol Nacional, en la Casona de línea, y en otros dos lugares que no logro recordar. Me impactó en cada ocasión que lo vi, tenía una destreza increíble encima del escenario que me cautivó desde el inicio hasta el fin de cada obra. 

Pocas veces he sido partícipe de esa tremenda magia, siempre lo atribuí a que no todos los actores pueden llevarte a su mundo, ni hacerte parte de él, pero Armando lo lograba con todos los miembros del público. No olvido los rostros de las personas, y en su caso me ha sido imposible sacarlo de mi mente, su figura debió estar encantada, porque esa barba blanca y piel añosa no la olvido.

Su porte soberbio, sensible y desenvuelto encima del tablado pudo haber dejado pasmado a cualquiera. Detrás de esa tela negra y con sus muñecos en la mano, muchos lo llevan en el corazón y los recuerdos. Quisiera volver a La Habana de Morales; sentarme descansada y fresca a deleitarme con Fuenteovejuna en un re-estreno fabuloso. Disfrutar las grandes actuaciones del que fuera uno de los fundadores de la dorada época de los 60 del Guiñol y posteriormente director del mismo. 

Fue un justo merecedor de cada galardón que le fue otorgado, y sobre todo, de cada abrazo de su público. Desde el momento en que pisó su adorada casa de muñecos, participó en numerosas producciones en las que no solo estuvo presente como actor, sino también como director artístico y diseñador de escenografía . Entre sus interpretaciones tenemos: El Mago de Oz interpretando al Tío Enrique y El Mago; La loma de Mabiala en el papel de Serapio Trebejo; La corte del Faraón en el Putifar; El retablo de Maese Pedro y otros poderosos e impresionantes unipersonales.

Armando  Morales en una puesta en la década de los 80  

Su obra plástica es vasta, y de ella son parte esencial sus diseños para la escena y sus adorados títeres. Esta obra ha sido expuesta en numerosas ocasiones en los muy diversos formatos y espacios como el prestigioso Museo de Moscú en el año 1981 y la Exposición Cuatrienal de Praga en 1983. Su insaciable labor le proporcionó numerosos reconocimientos , entre ellos los otorgados por la crítica teatral y por variadas instituciones nacionales. Fue miembro de la Association Internacionales des Arts. Plastiques (AIAP) desde el 1981; miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) desde 1970. Además, presidente de la Sección de Teatro para Niños de la Asociación de Artistas Escénicos de la UNEAC entre los años 1990 y 1999 y miembro del Comité Internacional de la Marioneta (UNIMA) desde 1996.

Impartió talleres, seminarios, festivales, cursos y clases magistrales  sobre el arte del títere en diversos espacios, tanto internacionales como nacionales, llevando sus enseñanzas a la vieja Europa, África y América Latina. Su intensa actividad artística y docente estuvo acompañada por una continua reflexión teórica. Testigo de ello es su extenso prontuario de publicaciones que lo destacan como un acreditado pensador  e incansable potenciador de la especialidad.

Armando Morales y Pelusín del Monte

Su trabajo con los niños fue intenso y sumamente interesante, y sus compañeras se simultaneaban entre Xiomara Palacios, Antonia Eiriz y otras que amaron al Guiñol como a sí mimas. Armando demostró en todo momento que era un caballero y el Teatro su bastón, se respiraba en cada puesta el gran vuelo artístico de su interpretación, a un nivel sólo asequible a los grandes y que hace perdurable su obra.

En los coloquios en los que participó enfatizó sobre el el oficio del Guiñol: " (…) El titiritero es un actor especializado (…) "En otras ocasiones lo podíamos ver citando al gran dramaturgo Bertolt Brecht con las siguientes palabras: " (…) El teatro de títeres y el títere, por encima de todo tiene que ser teatro, después de esto, puede ser cualquier otra cosa (…)"

 Celebración por los 80 cumpleaños de Armando Morales

Su profundo y necesario quehacer dentro de la cultura cubana han quedado resonando en el aire y visitando cada corazón de los que sienten al teatro como parte de su vida, fue un gran maestro que fomentó en todos lo imprescindible que es el libre pensar y el trasegar de todo actor y también del público. Ha sido uno de los más importantes influenciadores en el renacimiento del teatro de títeres dado en la escena nacional a partir de los años noventa del pasado siglo. 

El padre de Pelusín del Monte se contagió de la enfermedad del títere en momentos tempranos de su vida y murió amándolos hasta su último suspiro. Hombres como él, que honran y elevan a la cultura cubana, son tan necesarios como el sol del amanecer, en momentos como los actuales que el arte cubano se ha visto amenazado por la decadencia.




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